Blogia
das Mystische 2.1

TAT TWAN ASI

Indicios que pasan inadvertidos. Dirk Schulze-Makuch, profesor de geología de la Universidad Estatal de Washington, a propósito del tipo equivocado de vida: “El problema es que entonces no teníamos ni la menor idea de cómo podía ser el ambiente en Marte”. Por ello, las naves Viking que investigaron la superficie del planeta rojo en la década de los 70’ no podían explicar que se estaba cometiendo un pequeño asesinato.

Todo se hubiera aclarado mucho antes si se hubieran observado detenidamente las particulares condiciones ambientales de Marte: secas y frías; la vida –según Schulze-Makuch- podría haber evolucionado allí hacia una forma de fluido subterráneo formado por una mezcla de agua y peróxido de hidrógeno. Pero, claro está, la comunidad científica buscaba en aquel momento una forma de vida más reconocible, más parecida a la terrestre. Y esta tensión antropocéntrica impidió –siempre según Schulze-Makuch- reconocer la importancia extraordinaria de aquel descubrimiento. Las Viking, invariablemente, habrían realizado inútiles experimentos que habrían destruido, ahogado y recalentado los microbios refugiados en el peróxido de hidrógeno. Y estos habrían perecido, irremediablemente, bajo el manto inexorable de la ciencia.

Supongo que, de haberse encontrado con Dios (sí, con él, ¿por qué no?, allí mismo) en su firme camino de experimentación y asesinato, las máquinas experimentales de la NASA tampoco lo habrían reconocido. Todos sabemos que al género humano le cuesta mucho comunicarse y, si además se trata de un organismo vivo de aspecto extraño y oscuras propiedades, la cosa tiende a complicarse; Solaris de Stanislaw Lem da buena cuenta de ello. Aunque, de ser ciertas las versiones recogidas en determinadas visiones místicas todo podría reducirse a un simple asunto de introspección básica, a un programa iniciático de auto-conversación privada.

La interpretación del Vedanta, por ejemplo, destina a explicar el sentido de la divinidad y de esa “multiplicidad espacial y temporal de individuos observadores y pensantes” de la que todos formamos parte, ejemplificaría por sí misma nuestra presencia en el juego: “la pluralidad que percibimos –plantea la filosofía vedántica- es solamente una apariencia, no es real”. Y esto respondería a la pregunta científica que dejó sobre la mesa el prestigioso físico Erwin Schrödinger: “¿Qué es lo que justifica el que nos empeñemos tan obstinadamente en descubrir esa diferencia –la diferencia entre mi propio yo y los demás- cuando objetivamente lo que hay en todos es la misma cosa?”.

Escribió Schrödinger en La visión mística: “De modo que la vida que cada uno de nosotros vive no es meramente una porción de la existencia total, sino que en cierto sentido es el todo; únicamente, que ese todo no se deja abarcar con una sola mirada”. Lo que, sin embargo, me llevaría a mí, según esta formula, a enfrentarme con una nueva pregunta: ¿soy yo también entonces el microbio refugiado en el peróxido de hidrógeno y el propio peróxido de hidrógeno y la sonda Viking que acaba con el microbio refugiado en el peróxido de hidrógeno? ¿Y soy también la mano del psicópata, dura y nerviosa, y el propio cuerpo, aniquilado, de la víctima? ¿La mano que mece la cuna y, al parecer, la mismísima cuna?

Indicios que pasan inadvertidos, sí, y esto me provoca, quiera o no quiera, un malestar infinito.

__

Al parecer, sólo quedan cinco minutos para el fin del mundo. Lo afirman los expertos del Bulletin of the Atomic Scientist y lo corrobora, muy seguro de ello, el célebre cosmólogo Stephen Hawking.

El noticiario de la violencia, a estas horas de la noche, no se detiene ni un momento. Sólo tengo que asomarme, ciertamente preocupado, a los sucios cristales de mi ventana. ¿Kale borroka? ¿Doppy Gomis y los chicos de Saint-Denis? Bueno, ésta es nuestra mejor versión de la violencia. Mejor no se asomen a la ventana.

2 comentarios

k -

Y, pese a todas esas objetivas igualdades, ¿es cierto que somos lo mismo? Porque a mí me cuesta no sólo creerlo, sino también constatarlo (o al revés). No sólo la evidente diferencia que nos indica nuestra conciencia individual, aunque ésa especialmente, sino la observación del entorno. Es decir, si la pluralidad es una apariencia, por lo menos es una apariencia muy convincente. Todos podemos haber sentido alguna vez que formamos parte de otra cosa. Pero formar parte de otra cosa no es ser otra cosa...

Daniel -

Muy interesantes las conclusiones de Schrödinger que citas. Desde mi punto de vista (aunque no sé si en esto tiene mucha importancia eso de los puntos de vista), lúcidas. Y creo que consecuentes (y no sólo) con el Vendanta. A mí me llevan a preguntarme: ¿no soy yo el que está enfrente, el que sufre y el que hace sufrir, y la tierra y el cielo y todo el universo? Claro que para que la pregunta sea válida, me parece, tiene que surgir de una intuición profunda, propia, de dentro, no de palabras. Si esa intuición se extendiera como un incendio por doquier, ¿no llevaría necesariamente a la Humanidad a frenar y replantearse seriamente toda esta historia?